Fusilamiento del 12 de octubre
En el corazón del Pirineo catalán, en el valle de Farrera, Fusilamiento del 12 de Octubre despliega una escena cargada de simbolismo, violencia e ironía formal, al yuxtaponer una mecánica lúdica con una representación del exterminio. Bajo la apariencia inofensiva de un puesto de feria, la obra propone una experiencia participativa que cuestiona de forma directa las lógicas coloniales, extractivistas y antropocéntricas que han modelado históricamente la relación entre civilización y naturaleza.
El título alude explícitamente al Día de la Hispanidad, resignificando el 12 de octubre —fecha en la que tuvo lugar la performance— no como una celebración nacional, sino como el acto fundacional de una violencia sistemática: conquista, apropiación y sometimiento de cuerpos, territorios y especies.
En esta instalación, el espectador se enfrenta a un panel de tiro compuesto por siluetas de humanos y animales. Frente a ellas, una fila de tirachinas mecánicos con gatillos —activados mediante la inserción de un boleto con aspecto de billete— convierte al público en partícipe directo de un "fusilamiento" simbólico. La obra lanza así una pregunta esencial: ¿qué vidas son prescindibles bajo el relato moderno del progreso?
Más allá de la representación de la violencia, la estructura participativa de la obra convierte al espectador en agente activo de ella. Las siluetas, organizadas por franjas, configuran un paisaje ficticio donde la biodiversidad ha sido reducida a objetivo: un ecosistema transformado en espectáculo. La obra subvierte la jerarquía antropocéntrica al exponer cómo la conservación puede operar también como una forma de control y violencia.
La pieza toma como punto de partida la situación real del oso pardo en el Pirineo catalán. Desde los años noventa, su reintroducción ha generado tensiones con sectores económicos como el turismo rural y la ganadería. En este contexto, la figura del oso deviene símbolo ambivalente: emblema de una naturaleza resistente, pero también blanco de un discurso que lo posiciona como amenaza.
El panel de tiro representa doce especies que componen la cadena trófica directa del oso. La eliminación simbólica de este depredador en la instalación implica, en cadena, la sobrepoblación de otras especies y el desequilibrio del ecosistema. Así, cada disparo activa una lectura ecológica: la vida de una especie está inevitablemente entrelazada con la de otras. En la cima de esa cadena, se encuentra el ser humano, representado como depredador de depredadores, capaz de alterar o aniquilar el conjunto del sistema.
Fusilamiento del 12 de Octubre remite a la noción derridiana de poder soberano: un poder que actúa no sólo mediante la violencia directa, sino también a través de estructuras invisibles de control y representación. Aquí, el soberano no es un individuo, sino un sistema que dispara desde la distancia, decidiendo qué vidas merecen protección y cuáles pueden ser sacrificadas.
De este modo, la obra funciona como un dispositivo de participación directa. El público, atraído por el formato accesible del puesto de feria, se involucra de forma espontánea y entusiasta. El acto de apuntar y disparar activa una reacción inmediata —una mezcla de triunfo, sorpresa y celebración al dar en el blanco— que expone cómo el gesto lúdico puede camuflar formas de violencia profundamente naturalizadas.